Café?

Llegué a casa después de una noche de sábado igual a muchas otras. Recorriendo los mismos bares y viendo a la misma gente de siempre. Sin nadie que me sorprendiera. Por eso decidí recurrir a él. No es que fuéramos especialmente amigos, tampoco nos llevabámos especialmente bien, pero nos gustaba follar juntos. No era necesario hablar mucho ni dar ninguna explicación, un escueto mensaje al movil: “café?” era una clara invitación a un encuentro sexual sin compromiso. A este mensaje solían darse dos respuesta “no puedo” o “dónde?”. En este caso recibí un “dónde? llego en 20 min”.

En pocos minutos me quité toda la ropa que llevaba, me cambié las bragas, no es que fueran feas pero preferí ponerme otras, más pequeñas si era posible e incluso más fáciles de romper. Y me coloqué encima un leve camisón que se pegaba a mis curvas y dejaba espacio para el libre bamboleo de mis pechos. Que intuyendo lo que se avecinaba ya empezaban a tensarse y endurecerse.

De pronto, tocaron a la puerta, dos leves golpes con los nudillos, era él. Sin mediar palabra me agarró por la cintura, me pegó a su cuerpo. Me sonrió y nos hundimos en un largo y húmedo beso. A trompicones dimos varios pasos atrás para poder cerrar la puerta. Nada más cerrar se desprendió de la chaqueta que cayó al suelo mientras yo iba metiendo mis manos por debajo de su camisa para tocar su torso fuerte y de un abundante vello ensortijado en el que enredé mis dedos.

Sus manos ya recorrían todo mi cuerpo, deteniéndose, apretando, soltando, volviendo a apretar… Recorrían cada parte de mi cuerpo guiadas por la intensidad de mis suspiros.

En un rápido movimiento me sentó en el respaldo del sofá y se metió entre mis piernas, acercando a mi pubis su abultado miembro aún protegido por la ropa interior. Sus manos alzando mi camisón se metieron entre los bordes de mis bragas, jugaron con ellas un leve instante antes de tirar de ellas para quitarmelas. Las noté completamente húmedas resbalando por mis piernas.

Metí mi mano en sus boxer de los que saqué su pene erecto, lo acerqué al calor de mi coño y lo mantuve ahí, en el cobijo húmedo de mis labios pero sin introducirlo aún. Mientras, nuestras bocas se buscaban y se perdían entre labios, cuello, pechos…

Él, jugaba con mis tetas, las palpaba, las lamía, mordisqueaba mis pezones erectos, sabía que a eso no podía resistirme, que cuanto más lamiera mis pezones más se humedecía y ardía en deseo mi sexo.

De un brinco impaciente me levanté del sofá le cogí de la mano y caminé como volando con él detrás de mí. Él ya totalmente desnudo, yo aún con el camisón. Notaba al caminar que me dejaba el culo al aire, intuyendo que lo iba mirando seguí hasta mi habitación sin tirar del borde para colocarlo en su sitio.

Ya en el borde de la cama, me desprendí totalmente del camisón y lo lancé junto con las sábanas a los pies de la cama. Con un abrazo que parecía inofensivo me agarró de la cintura y me levantó del suelo para sentarme a horcajadas sobre él. Comenzó de nuevo a besarme, lamerme, estrujarme…

Cafe?

Mi deseo ya no admitía más espera así que cogí con suavidad su pene erecto y húmedo, cogí de la mesita un condón, se lo puse y fui bajando mi pelvis poco a poco, notando como cada centímetro suyo se introducía dentro de mí. Cuando tuve su polla totalmente dentro, lo empujé para que quedara tumbado y así poder moverme con más libertad. Fui acelerando el ritmo, notaba su pene dentro, notaba mi clítoris chocar contra su pelvis, notaba su cara cada vez más desencajada… Todo mi cuerpo gozaba de placer…

La luz del amanecer entró por la ventana, secando el sudor de nuestros cuerpos exhaustos, que aún no querían despertar. La semana que estaba por empezar acabaría pronto, y otra vez a los bares de siempre.

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